miércoles, 5 de diciembre de 2012

De cuentos y realidades III




La dama de Shalott. William Holman Hunt. Grabado por los hermanos Dalziel
(copiado de victorianweb.org)

Out flew the web and floated wide;
The mirror crack'd from side to side;
"The curse is come upon me," cried
The Lady of Shalott.

Tennyson

¿No conocéis a la Dama de Shalott? Yo conozco unas cuantas. Las conozco de 80 y de 40 años, da igual. Nacen como nenúfares en medio de una educación estancada. Entededme, no siempre son incultas, ni mucho menos. Su formación académica puede ser impecable e incluso pueden haber simulado trabajar unos años, mientras su marido se "asentaba" y ellas finalmente se dedicaban a cuidar sus niños o sus macetas, que para el caso es igual.
Su sala de estar, su cocina, su saloncito, ésa es su torre. Su espejo es una tele y los comentarios del marido al volver a casa, sobre cómo va la realidad últimamente. Y ellas, que jamás se han movido, que han sido incapaces de mirar de frente al mundo ni siquiera por una vez, asienten, felices de vivir como viven y de ser como son mientras tejen su tela mágica de vivos colores: sus reuniones familires, sus tópicos despiadados, sus enloquecedoras rutinas.
Si alguna vez, descuidadas, mirasen sin querer por su ventana y viesen la sombra azul de lejanas ciudades, el rumor de pasos desconocidos, el polvo que levanta la caravana de las verdades ajenas, ¿Qué sería de ellas? ¿De verdad saltaría todo por los aires, volaría la tela, se quebraría el espejo?
 
Elaine era más honesta: aceptaba sus maldiciones...
Las damas de Shalott que yo conozco cambian de canal y tejen con más furia, si cabe.


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