sábado, 4 de mayo de 2019

Golondrina I

Subían, bajaban, se detenían un momento en el aire y de nuevo descendían, tan rasantes que la calle parecía un río en primavera. Golondrinas...
Y, de pronto, me di cuenta de que estaba viva.


Ana Castelbón

domingo, 14 de abril de 2019

Variaciones sobre Walter de la Mare


In Memoriam

¿Quién eres tú, dime?
 ¿Eres tú la de las mansas avenidas, la que tenía la cercenada dulzura de las rosas?
 “Sólo está el viento donde la rosa estaba…”

Recuerdo haber paseado contigo, una calle tras otra, mientras los vencejos se aventuraban hasta el último soplo de aire antes del muro y las cigüeñas, mucho más arriba, remontaban el viento.
Te recuerdo tan niña como eras entonces, cuando no dejabas que te diera un beso.
Un clamor de campanas entre el sol de la tarde.
Y tus ojos.
Habría más, supongo, pero no alcanzo a verlo ahora que todo es Noche.
 “… No está ya el oro donde tu pelo estaba…”

No, no puedo verlo ya.
No rescataría nada de este espantoso naufragio, salvo aquellos paseos en que todavía no me dejabas besarte. 
Serás lo último que recuerde, si eres tú - ¿lo fuiste?  - la que encendía todas las lámparas de todas las casas, al filo del mar. La que hacía del mundo un lugar seguro.
Todo lo que perdí, todo lo que pudiste llevarte, no es nada comparado con su ausencia en tus ojos. 
“… No está el calor donde tu mano estaba…”

Mi vida a cambio de tu mano, sostenida en la mía. Aquel punto sin partes ni partidas, mi hogar perdido para siempre. ¿Y qué queda entonces? Sólo tengo conmigo, ahora que todo es Noche, el recuerdo de la última vez que me miraste con amor. Lo demás lo he dejado en la casa vacía. No cerré la puerta, ni apagué la luz. 
"… Tu espectro está donde tu rostro estaba…"

Me buscarán y estaré tan lejos, mecido por el aire.  Lejos de la orilla de ese mar de juguete donde te conocí;  de los lirios de arena y de todos los veranos que fueron nuestros.  
Me buscarás. Yo también te busqué, pero ahora sé que no podía encontrarte. Ya no estabas allí, no eras ya la de las mansas avenidas, la que tenía la cercenada dulzura de las rosas. 


Me buscarás, sí.
Cuando me encuentres, ya me habré marchado.


"... Tristes los vientos donde tu voz estaba,
lágrimas donde mi corazón estaba,
y ya siempre conmigo, 
hijo, siempre conmigo,
sólo el silencio donde la esperanza estaba."


Traducción de Eliseo Diego, en Conversaciones Con Los Difuntos

sábado, 30 de marzo de 2019

Mirlo II

Está en la tapia del convento, al otro lado de la calle, con el pecho oscuro lleno de trinos. Sigue cantando, como un reo de la Primavera.

Yo sigo aquí, escuchándole.

Ana Castelbón

sábado, 23 de marzo de 2019

Mirlo


Se posó en el balcón, junto a mí, y me observó un momento como si fuese yo una absoluta incongruencia en su mundo. Aún tenía el pecho moteado lleno de plumón. Un instante y se fue volando torpemente hasta el ciprés, dejándome perpleja. 

Ahora me pregunto por qué he dedicado tantos años a amar lo mediocre, pudiendo haber amado lo pequeño.
Ana Castelbón

lunes, 18 de marzo de 2019

PLAGIO I



Hay una ley - Mirad los lirios del campo -Alma mía - Escrita -Se pueden gastar muchos años en -Y tú también vendrás -No ser, no ir - Que ni hilan ni tejen - Al fin llegará- En lo más profundo del Libro - Déjame entrar en ti -No aprender- De la Vida puedes mirar algo - El día en que iré - Joven hermana  - No puedo -Pero Yo os digo que - Novecientas noventa y nueve- Porque los días - Mira a través- No querer, no tener -Caminando por esos senderos - Vivir contigo - Pasan para no volver y el Sur -Veces y estar  - De mis ojos- Ni Salomón en toda su gloria - Escondidos que discurren al Oeste de - Eso sería -La mayoría-Vistió como uno de ellos - Vida -Completamente a salvo - No convertirse - De los hombres-  La Luna y a al Este- Contempla las cosas - En algo - Veces  Pero ay de ti si lo miras por- Aún te está esperando -  Del sol - Que has creado -  Vez número - Viven vidas de callada -Mira cómo- Mil Porque puede ser que lo veas - Brillan -Desesperación -


por primera vez.

sábado, 2 de marzo de 2019

Saffron Park


La primera vez que visité Saffron Park tenía solo trece años… ¿Cómo iba a entender entonces la sombra de la caricatura que persigue a nuestra desesperada dignidad y belleza? Aún no sabía que las preocupaciones, por muchas vueltas que les demos, son sólo preocupaciones, pero que la Tristeza es siempre la Alegría vuelta del revés. Aún no había amado al mismo tiempo a la verdad y a un amigo... Todavía no había comprobado que somos amor y continua despedida. Y ahora -cuando tanto en mí se ha perdido para siempre-me reconozco en cada una de esas palabras con la misma claridad que en el agua quieta y viva. 

A los trece años estaba profundamente enamorada de Seawood, de Saffron Park. Pensaba que cualquier día, a la vuelta de un recodo, los encontraría y llegaría, al fin, a casa. Pero nadie se sentó conmigo nunca a escuchar a los dos locos poetas y siempre he caminado sola por esos senderos, perdida en la ceguera cromática de la empinada ciudad de arquitectura imposible. Perdida en los extraños paisajes de Chesterton. 

Cada uno de ellos un personaje más, lleno de vida. Su cielo llameante como los viejos cielos medievales, su viento que agita eternos estandartes de escarlata... Cada rasgo de la tierra, del aire o del firmamento parece el extremo de una verdad que grita de alegría y de pasión, como en el Salmo  “El día le cuenta su secreto al día, la noche a la noche se lo susurra...” ¿Qué secreto, dime? ¿Quién lo conoce? ¿Has caminado tú por allí? ¿Comprendiste también, sin conocerlo, que es un Secreto mucho más grande, alegre y poderoso de lo que nadie puede entender? Un largo trago de vida, un jirón rojo y desgarrador como las nubes sobre Saffron Park... ¿Tú también has estado allí? Y si estuviste...  Dime, ¿cómo es que no nos encontramos?

jueves, 31 de enero de 2019

El Bando de las Rosas

A Luis

Yo era una niña cuando cortaron el rosal. Y sin embargo, cada mayo, al pasar junto al viejo muro de ladrillo recuerdo cómo trepaba, colmado de fuerza y de gracia como una bendición, con las ramas combadas por el peso dorado de las rosas.

De su perfume no me quedan recuerdos; sólo esa confusa sensación de anhelo y de inminencia que se tiene a veces ante el amanecer.

Un día ya no estaba.

Lo habían cortado por diez razones razonables y por ninguna. Atraía a los mosquitos, a las abejas, a las arañas, estropeaba el muro, crecía demasiado. Entonces no pude comprender, pero la Vida es paciente y repite sus lecciones.

Así, la Insistente Vida me enseñó que siempre se arranca el rosal más hermoso, siempre se aplasta el mejor corazón y se echa por tierra la labor más fructífera,  mientras el Coro de los Mediocres salmodia sus diez razonables razones -crece demasiado, molesta demasiado... Siempre la misma: Es demasiado.

Pero no fui rápida, no. Tardé años en comprender que la Fealdad que nos acorrala no es una coincidencia, ni es algo inadvertido, sino una meta buscada con ensañamiento. Y aún tardé más años en  comprender cuántas personas razonables hay que odian la Belleza, que aborrecen lo bueno y lo feliz, royendo en lo más profundo de sus decentes corazones la Luz que codician y detestan.

La Niña Que Fui hubiera hecho cualquier cosa por defender aquel rosal. Pero ahora que ya he elegido y perdido mis batallas, al fin adulta, puedo decir también que soy cobarde. O quizá sólo estoy cansada. Ambas cosas se parecen mucho. 

Cobarde entonces, quizás cansada, he descubierto cuánto valor se requiere para estar en el bando de las rosas -para trepar por los muros con la Fuerza y la Gracia de una bendición, sabiendo que el Mundo nos echará por tierra- y qué corona merecen los que aún lo intentan, hecha con espinas de la más pura Alegría.


Ana Castelbón