martes, 14 de junio de 2016

Historias Muy Pequeñas VI

Tinta sobre Papel
Ana Castelbón


Su fina nariz de roedor había captado un estremecimiento conocido -y temido- en el aire: el que produce el timón del Destino cuando cambia suavemente de rumbo. Una pequeña mácula en la cotidianidad, una diminuta alteración en el horizonte... Nadie puede llegar a Bruja Decana y mantenerse en el puesto de por vida sin reconocer esas ondas de advertencia. Siempre atenta a los detalles era su lema, o un día se te cae un Imperio sin que hayas visto al godo que lo empujó.

Fragmento de Una Historia Muy Pequeña,
 de Ana Castelbón

miércoles, 18 de mayo de 2016

Historias Muy Pequeñas V

Tinta sobre papel
Ana Castelbón




Las rejas hubieran debido servirle de advertencia.
Una advertencia de doble hierro forjado con pinchos exteriores de  quince centímetros de longitud y tornillos de seguridad en todas las ventanas. ¿Pero acaso reparó en ellas? No, salvo para frotarlas con salfumán y un cepillo de cerdas duras. Las dejó impolutas, eso sí. Baudelaire poseía un talento innato para la limpieza que casi llegaba a superpoder… Como si de pequeño le hubiese mordido una fregona radioactiva.
El caso es que no se preguntó el por qué de aquellas rejas,  igual que no se había preguntado qué hacía un foso de dos metros de profundidad ante la entrada del apestoso antro de Vorágine. Ni siquiera los dos cocodrilos que se agitaban en su fondo le dieron otra idea que poner unos cuantos nenúfares y un puente japonés que alegrase un poco el panorama.
Anotó mentalmente: cambiar pirañas por pececillos de colores. 

miércoles, 20 de abril de 2016

Hermosísima Niña


Acuarela y tinta sobre papel - Ana Castelbón


... La princesa siempre se las arreglaba para aprovechar alguna ráfaga de viento -el que más le gustaba era el del Sur-Suroeste- y escaparse rauda por la ventana; entonces había que soltar apresuradamente más cordel, y ponerse a sotavento, mientras la niña reía y reía volando como una cometa...

Fragmento de Hermosísima Niña
Cuento original de Ana Castelbón

jueves, 7 de abril de 2016

La Cenicienta



Mercedes se casó a los dieciséis y antes de los veinticuatro ya tenía cinco hijos. La cintura desfondada aguanta siempre el gesto resignado de sus manos, enlazadas y quietas sobre el vientre. Habla con un burbujeo y un trino porque ya le van faltando dientes. Quizá por el dulce recuerdo del portugués en su acento o por la sencillez de su alma iletrada, a menudo lo que dice está lleno de cordura y poesía. Y también de una tristeza sin escapatoria.
Una mañana, mientras atendíamos a Cristina, cogió su pequeño en brazos como si fuera un cordero y le acunó hasta dormirle, con ternura y descuido. “¿No se casa María?”, decía… Y riendo… “Mejor ser libre como las gaviotas…”
Mirándola mecer al niño, de pronto me dio miedo olvidar esa imagen. La más bella, la más triste.

Hay personas que parecen escritas en el agua.




viernes, 18 de marzo de 2016

Ábaco

Acuarela y tinta sobre papel - Ana Castelbón



Me fui a tu encuentro
Por el Dolor.
Tú no venías por allí.
Me herí en lo más hondo.
Tú no surgías nunca de la herida. 

Y nadie me hizo señas
-Un jardín o tus labios, 
Con árboles, con besos-
Nadie me dijo
(Por eso te perdí)
Que tú ibas por las últimas
Terrazas de la risa,
Del gozo y de lo cierto.

Que a ti te encontraría
En las cimas del beso
Sin dudas ni Mañana,
En el vértice puro
De la alegría alta,
Multiplicando júbilos
Por júbilos,
Apuntando en el aire
Las cifras fabulosas
Y leves de tu dicha.


Ana Castelbón