Se posó en el balcón, junto a mí, y me observó un momento como si fuese yo
una absoluta incongruencia en su mundo. Aún tenía el pecho moteado
lleno de plumón. Un instante y se fue volando torpemente hasta el ciprés,
dejándome perpleja.
Ahora me pregunto por qué he dedicado tantos años a amar lo
mediocre, pudiendo haber amado lo pequeño.
Ana Castelbón
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