miércoles, 18 de mayo de 2016

Historias Muy Pequeñas V

Tinta sobre papel
Ana Castelbón




Las rejas hubieran debido servirle de advertencia.
Una advertencia de doble hierro forjado con pinchos exteriores de  quince centímetros de longitud y tornillos de seguridad en todas las ventanas. ¿Pero acaso reparó en ellas? No, salvo para frotarlas con salfumán y un cepillo de cerdas duras. Las dejó impolutas, eso sí. Baudelaire poseía un talento innato para la limpieza que casi llegaba a superpoder… Como si de pequeño le hubiese mordido una fregona radioactiva.
El caso es que no se preguntó el por qué de aquellas rejas,  igual que no se había preguntado qué hacía un foso de dos metros de profundidad ante la entrada del apestoso antro de Vorágine. Ni siquiera los dos cocodrilos que se agitaban en su fondo le dieron otra idea que poner unos cuantos nenúfares y un puente japonés que alegrase un poco el panorama.
Anotó mentalmente: cambiar pirañas por pececillos de colores. 

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