domingo, 30 de junio de 2013

Itaca No Existe

Entre Sombras
Óleo sobre Lienzo de Omar Ortiz


Ítaca no existe.
Al menos no aparece por ninguna parte en el mapa de sus ojos. Si alguna vez hubo una, simplemente se fue. Para ellos no hay ya Destino, ni Hogar al que regresar.
Vagamos por los días rodeados de aquellos que nos fueron narrados. Nos cruzamos con Ulises, que sostiene en sus manos la parodia de un periódico para pedirnos limosna a la puerta de un supermercado; que se prostituye en una rotonda bajo un paraguas descolorido. Penélope espera en algún lugar remoto tejiendo y destejiendo entre envíos de Money Gram que ya no llegan...
Los Grandes Desterrados de la Historia nos contemplan desde el penúltimo círculo de un Infierno sin fin, vestidos de andrajos.
Para ellos Ítaca ya no existe.
Desapareció de sus ojos el día en que comprendieron que no queda ningún lugar en el mundo al que volver. Saben por fin que les hemos abandonado en el desierto, descalzos, para que recorran hasta reventar las oficinas, los parques, las comisarías, las casas abandonadas, los juzgados, las estaciones de tren, las concejalías, los albergues, los despachos de caridad, los CIES, los bancos a la sombra.
Son fáciles de reconocer. Siempre llevan una hatajo de papeles mugrientos apretados contra ellos, como un bloque de cemento fraguado en torno al naufragio de su vida. Papeles que les condenan, les expulsan, les niegan medicinas y escuelas. Y al mismo tiempo, su única posesión. El grillete que les mantiene encadenados a la noria del Mundo; lo único que les recuerda que tienen un nombre, aunque no existan.
Te los enseñan, grises por las esquinas, llenos de manchas, simas sin fondo como Caribdis donde todo su ser se hundirá sin remedio; te los enseñan como si tú pudieras leer en ellos algo distinto.
Pero lo lees en voz alta y le repites, atragantándote, que ese papel dice que no existe, que no está aquí. Mañana o en días repentinos traerá ese mismo papel y te dirá de nuevo que lo leas como si el tiempo hubiera cambiado  las palabras. Repites su sentencia y se marcha. 
Pondrá un recurso inútil, apelará a la humanidad de la rueda dentada que le está triturando. Lo hará por inercia, por desesperación, por tener algo que le obligue a seguir caminando ahora que ya sabe que sólo puede hacer eso: seguir caminando y caminando sin la esperanza de llegar.
¿Se preguntan por qué Siempre, por qué Todo, por qué a Ellos? Por qué...



1 comentario:

  1. Precioso, Ana!! Me dejas muda. Ítaca existe,(a mi modo de entender) pero quizá no cómo la imaginábamos...el camino y llegar hasta ella es lo que la hace verdaderamente interesante.
    Me ha gustado mucho leerte...escribes, siempre te lo he dicho, muy "requetebien"!!

    ResponderEliminar