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viernes, 24 de enero de 2014

La Antepasada

La Antepasada
Acuarela y tinta sobre papel


Mientras la dibujaba, sentía la misma imprensión indefinible que deja en mí el poema de Walter de la Mare, The Listeners. Por eso lo copio aquí en versión de Pablo Anadón, aunque merece la pena (y mucho) leerlo en el idioma en que fue escrito. 

Los que Escuchan

“¿No hay nadie ahí?”, gritó el Viajero, golpeando
La puerta iluminada por el claro de luna;
Mordisqueaba el caballo, en el silencio, el pasto
De la tierra del bosque recubierta de helechos;
Y un pájaro de pronto voló desde la torre
sobre la cabeza del Viajero… De nuevo,
Una segunda vez, golpeó a la puerta. “¿Hay alguien
Ahí?”, dijo. Mas nadie descendió hasta el Viajero;
No se asomó ninguna cabeza entre el follaje
Que enmarcaba el alféizar a ver sus ojos grises.
Se quedó en el umbral, inmóvil y perplejo.
Sólo una hueste, entonces, de oyentes espectrales
Que moraba en la casa solitaria del bosque
Permaneció escuchando en la quietud lunar
A esa voz que llegaba del mundo de los hombres;
Y al oírla apretaban los pálidos destellos
De la luna en la oscura escalera que baja
Al desierto vestíbulo, absortos en el aire
Trémulo y conmovido por la voz del Viajero
Solitario. En su pecho él sintió su extrañeza,
La quietud de esos seres que a su ronco llamado
Respondía. El caballo se movía, paciendo
En la hierba sombría, debajo del gran cielo
Entretejido de hojas y de estrellas calladas.
Por eso repentinamente batió la puerta
Con más potencia aún, y alzando la cabeza
Entonces exclamó: “Decidles que he venido
Y nadie respondió; que cumplí mi palabra.”
Ni un leve movimiento hicieron los oyentes,
Aunque cada palabra que el hombre pronunciaba
Resonaba por ecos a través de las sombras
De la casa en silencio, largos ecos del solo
Hombre que en esa noche aún quedaba despierto:
Ellos oyeron, ¡ay!, su pie sobre el estribo
Y el restallar del hierro por la senda de piedra,
Y cómo renacía suavemente el silencio
Cuando el ruido de cascos se extinguía en la hierba.


4 comentarios:

  1. Es muy bueno el retrato.

    Da miedo.

    Me recuerda a mujeres que me aterrorizaron cuando era pequeña.

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  2. Con que fuese inquietante me conformaba. Las mujeres que me dan miedo ahora no se le parecen, son mucho más normales. Pero desde el colegio tuve buen ojo para las brujas: había muchas allí. ;)

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  3. ¿Había brujas en tu colegio? ;)
    De este retrato me resulta curiosa esa especie de telaraña que sale de ella y por supuesto, su rostro es muy especial.
    Un abrazo y gracias por cederla para la exposición del pasado noviembre,
    Noemí.

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    1. Al contrario, gracias a ti por darme la ocasión de dibujarla.
      Las telarañas y las redes y las marañas y los enredos aparecen en mis dibujos a menudo; creo que responden a mi estado de ánimo :)
      Y sí, claro que había brujas en el colegio; pero no tenían atractivo ni inteligencia... Sólo la maldad mezquina y vulgar necesaria para atormentar al débil en público. Desde que salí de allí, donde permanecí doce años, les dedico un emocionado recuerdo en todo lo que hago.
      Un abrazo
      Ana

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